… o de como la cocina espectáculo comenzó mucho antes que los realitys televisivos
y la misma televisión.
No hay que ser experto en estadística para notar que los programas donde se
cocina se han multiplicado en los últimos años, llegando a ser una tendencia
multimediática.
Como muestra: Cada canal abierto tiene magazines matutinos o vespertinos
relacionados con la preparación de comida -¡Telefé ofrece Morfi por partida doble de lunes a viernes!-; competiciones al
estilo Master Chef o realitys como Dueños de la cocina o el recién
estrenado Pesadilla en la Cocina, donde
el francés Christophe Krywonis ejerce de crítico lapidario y reflotador de restaurants
en baja -se los considera de los negocios más inestables- o programas de
entrevistas donde se degusta alguna preparación in situ como Fuego, conducido por Deborah de Corral
con reminiscencias de El rayo.
A lo que se suman señales de cable total o parcialmente dedicadas a lo
relacionado con la buena mesa y los -literalmente- miles de desconocidos que
preparan su plato favorito en cortos que suben a internet.
Pero en Argentina, entre el humilde pan de cada día y esta explosión gourmet
hubo una pionera indiscutible: Doña Petrona.
Su nombre completo era Petrona Carrizo de
Gandulfo y por generaciones fue un faro para las amas de casa principiantes que
recibían su libro casi como las Tablas de la Ley o las más habilidosas, que de
su mano se animaban a deshuesar un pavo para Navidad.
La leyenda dice que a finales de los años veinte y recién casada debió aportar
al sostén del hogar y como había aprendido a cocinar con su madre en su La
Banda natal le fue fácil obtener trabajo en Buenos Aires enseñando a utilizar
las cocinas a gas, que comenzaban a utilizarse por esos años.
Su evidente capacidad la llevó a editar un recetario, a participar en programas
de radio que tenían auditorios con público en vivo y a dos cosas que la hicieron
trascender en el tiempo: “El libro de
Doña Petrona” (1933), un verdadero compendio de economía doméstica de
varios cientos de páginas que va por su centésima segunda edición -con el
agregado de “Gran” en el título- sigue vendiendo y está traducido a varios idiomas.
Y su llegada a la televisión en 1952 -en un corto segmento de un programa “femenino“y
a partir de 1960 en el ciclo “Buenas
tardes, mucho gusto”, donde fue estrella indiscutible siempre acompañada
por su inseparable, paciente y silenciosa asistente Juanita.
Inolvidable su dicción, sus delantales impecables y su talentosa sangre fría, para
cocinar en vivo y sin red, aunque tuvo tiempo de llegar a los programas
grabados porque se retiró casi a los noventa años.
De hecho quienes tengan curiosidad, nostalgia o buen diente pueden ver algunos
videos en YouTube -donde merengues
enormes o unos panes dulces perfectos- y acercarse a sus libros.
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