Un cambio tecnológico que da
para alguna discusión y bastante nostalgia.

En el ámbito cinematográfico el número 35 corresponde a los milímetros del
ancho de la película.
Una cinta -sinónimo en desuso- de material flexible que en una de sus caras tiene
la capa fina de emulsión química capaz de reaccionar a la luz y capturar imágenes.
El proceso básico se completa con el positivado de esa sucesión de fotogramas -cada
cuadrito con sus cuatro característicos orificios de arrastre-, que se
proyectarán en la pantalla.
Desde finales del siglo XIX hasta el presente, los materiales fueron cambiando para
hacerlos más sensibles y seguros, pero el formato fue sostenido. Permanencia
que demuestra eficacia, aunque la digitalización se fue introduciendo con el
DVD, luego la cámara, la conversión de salas y finalmente la distribución.
Pero hace unas semanas comenzó formal e inexorablemente la cuenta regresiva para
las películas propiamente dichas.
En lo que el periódico Los Ángeles Times en su edición del
17 de enero definió como “Un histórico paso para Hollywood”: los tradicionales
Estudios Paramount anunciaron no harán más copias en fílmico para el mercado de
su país, a pesar de que un 8% de las salas todavía son analógicas.
El anuncio no tendría importancia si no fuera uno de los Mayor y otros estudios-probablemente
el próximo sea Fox- y productoras estadounidenses seguirán su ejemplo durante
el año.
Y como la parte del león del mercado internacional pertenece a la industria del
país del norte, es cuestión de -poco- tiempo que pase lo mismo más allá de sus
fronteras, dónde la digitalización está ganando terreno como en el caso de Argentina
ya tiene cerca del 50% de sus salas con el nuevo sistema y sigue sumando.
El espectador ocasional apenas se interesará por esto, pero entre puristas del
cine, críticos y especialistas se suceden las quejas y discusiones sobre las
pérdidas y ganancias estéticas del asunto.
No obstante eso, el bolsillo es tirano y la digitalización se impone por el
notorio abaratamiento de costos de producción y exhibición.
Obviamente, habrá una minoría de productores, coleccionistas y cinéfilos, que se
reunirán en torno a latas, carretes, moviolas y convertirán el “grano” perdido
en bandera, pero esa será otra historia que probablemente el mismo cine se
ocupará de contar… en formato digital.