Cannes rindió tributo a uno de los actores más
representativos del cine francés.

El 22 de mayo cerró la 64ª edición del Festival Cinematográfico de Cannes, en
el que El árbol de la vida del
elusivo director estadounidense Terrence Malick obtuvo la Palma de Oro. Como siempre
dejó una estela de discusiones y escándalos, con las declaraciones de Lars Von
Trier a la cabeza.
Este año hubo poca pero destacada presencia argentina, ya que la actriz Martina
Guzmán formó parte del jurado presidido por Robert De Niro y el film Las Acacias de Pablo Giorgelli ganó la Cámara de Oro a Mejor Opera
Prima.
Uno de los momentos más conmovedores para los cinéfilos franceses y todo el
mundo se vivió el martes 17, cuando Jean Paul Belmondo, bautizado “Bebel” por
sus compatriotas, recibió una Palma de Oro -la otra se le otorgó al director
italiano Bernardo Bertolucci- por sus 55 años de trayectoria.
En medio de aplausos, emocionado y rodeado de compañeros como Jean-Pierre
Marielle, Jean Rochefort y Claude Lelouch agradeció el premio “…du fond du
coeur!” y luego asistió al estreno de Belmondo,
Itinéraire… el documental que le dedicaran Vincent Perrot y Jeff
Domenech.
Homenaje merecido a un actor, que desde sus comienzos fue elegido por grandes
directores. Nada menos que Jean Luc Goddard para su hoy clásica opera prima Sin aliento (1960) y para el
protagónico de Pierrot, el loco
(1965). Y también François Trouffaut para La
sirena del Mississipi (1969) o Alain Resnais para Stavisky (1974), entre muchos otros.
Pero el llamado “gran público” lo recuerda por las exitosas comedias y films de
acción que protagonizó en los años 80 -como El Profesional (Georges Lautner; 1980) o El marginal (Jacques Deray, 1983)-, a los que aportó su humor y su afición
a hacer escenas de riesgo.
En los noventa aminoró el paso -fue Jean Valjean en la versión de Los miserables (1995) de Claude Lelouch-
y aunque comenzó el nuevo milenio con varios problemas de salud, ya volvió a
rodar y su sonrisa a brillar en La
Croisette como antaño.