TriStar Pictures consiguió el pase del director argentino Damián Szifrón.

En la primera década del siglo XX la mayor parte de los productores
cinematográficos estadounidenses se mudaron a Hollywood -un suburbio de la
ciudad californiana de Los Ángeles- buscando luz, espacio e impuestos bajos. Acierto
que fue convirtiendo la actividad en una de las industrias más lucrativas del
planeta, hasta el presente.
Una industria que se nutrió del talento local y desde el principio del de intérpretes,
directores y técnicos extranjeros entre los que se cuentan muchos argentinos.
Nombres del pasado como los de los galanes Carlos Thompson o Fernando Lamas o el
director Hugo Fregonese, cuyas historias fueron recogidas por el cronista Diego
Curubeto en los imperdibles ensayos Babilonia
Gaucha (1993) y Babilonia Gaucha
ataca de nuevo (1998), que no se han reeditado pero pueden hallarse en la
Biblioteca Rivadavia.
Más cerca en el tiempo fueron tentados los directores Luis Puenzo luego del
Oscar a La historia Oficial (1985) y
Alejandro Agresti por el éxito de Valentín
(2002) -se necesita un logro especifico para captar la atención de los estudios-
que rodaron respectivamente Gringo Viejo
(1989) y La casa del lago (2006), aunque
no pudieron o quisieron reincidir.
El más exitoso hasta ahora es Juan José
Campanella haciendo el camino inverso: emigró a Estados Unidos al principio de
su carrera, consiguió asentarse como director televisivo hasta realizar su opera
prima en ingles, pero se hizo famoso internacionalmente luego de pegar la
vuelta.
Y el que está a punto de probar la temperatura de esas aguas es Damián Szifrón.

El 5 de marzo la famosa revista de espectáculos Variety titulaba “Damián
Szifrón, director de Relatos
Salvajes dirigirá y producirá un thriller todavía sin título de Tristar.”
El comentario repasaba brevemente su trayectoria, su nominación al Oscar y aclaraba
que sería su primer rodaje en inglés y un thriller cuyo argumento se mantiene
en secreto.
Para los bilardistas -los símiles futboleros se adecuan a la situación- sólo
recuerdan los ganadores, pero este pase no necesitó del Oscar.
Habría nacido en el buen recibimiento del Relatos
Salvajes en Cannes, el éxito arrollador en Argentina y la firma de un
contrato con la famosa agencia de representantes William Morris Endeavor en
septiembre pasado.
Falta ver si cuaja la relación entre un realizador conocido por mantener un
control obsesivo sobre su material y una industria poco afecta a resignarlo, pero
ojalá resulte en un buen film.