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Políticas públicas, Estado y Museos
Juan Laxagueborde, sudirector de Cultura del Senado de la Nación, anticipó la apertura del Museo del Parlamento. Una charla sobre el rol del Estado, la constitución del espacio público y cómo se "arma" un museo, en una mesa de culumbieres y café para que el acto de aprender, debatir y conocer, una vez más, esté ligado al estómago.
Categoría: Sociedad

Juan
Laxagueborde, sudirector de Cultura del Senado de la Nación, anticipó la
apertura del Museo del Parlamento. Una charla sobre el rol del Estado, la
constitución del espacio público y cómo se «arma» un museo,
en una mesa de
culumbieres y café para que el acto de aprender, debatir y conocer, una vez
más, esté ligado al estómago.

«Queríamos intentar pensar un poco la
relación entre Estado y Museo, políticas públicas y también, favoreciendo esto
que nos encontremos, que podamos abrir un canal de debate y de comunicación
entre los distintos espacios de la ciudad», abrió la convocatoria Leandro
Beier, director del Museo del Puerto. «Vine al Museo (del Puerto) como un
simple ciudadano, conocía a los chicos, me acuerdo que vine y ya me lo habían
vendido muy bien al Museo en Buenos Aires. Rápidamente lo que sentí del Museo
es que no era un Museo, mitad porque yo tenía una idea, probablemente, bastante
conservadora de lo que significaba un museo y probablemente, porque quizá no lo
sea, sea gente junta. Es difícil hablar de un Museo, en este caso del Senado,
con semejante nivel de problema y de propuestas como el que tiene el Museo del
Puerto, de exigencia crítica, de exigencia social, de exigencia difusiva, como
día a día se propone. Más que nada porque la calidez de este Museo es
antitética a la de un Museo como el del Senado y esa es la primera crítica que
me hago», se sumó Juan Laxagueborde, quien es es sociólogo y subdirector
de Cultura del Senado de la Nación, responsable del Museo del Parlamento,
editor de la revista Mancilla, de crítica social, cultural, política y poeta.

Cuestionamientos

¿Cómo haces un museo para una comunidad de 40 millones? «Para mí ahí
aparece el primer problema de un museo de una ciudad a gran escala, de qué
manera se relaciona con las personas que van. ¿Para qué uno abre las puertas de
un espacio público? ¿Solamente para monologar? A mi me interesa todo tipo de
diálogo, incluso del espectador con él mismo. Eso creo que sí está claro. O que
los espectadores dialoguen entre sí cuando ven algo. Eso hemos aprendido del
Museo (del Puerto), cierta autoconciencia de las personas cuando entran en un
lugar como éste o el Museo del Parlamento. Es difícil hablar porque este Museo
pone la vara alta, es una teoría viva de la museografía, dinámica».
Laxagueborde aseguró que el Museo del Puerto constituyó el modelo para pensar y
construir el Museo del Parlamento. «El Museo (del Parlamento) lo pensamos
muy influenciados por el Museo del Puerto, esto es literal, no es alegórico. Se
nos ocurrió un primer lema con Violeta Kesselman: ¿En el Estado, quién toma las
decisiones?¿Hay un proyecto político megalómano casi soviético casi rosista que
el líder piensa hasta en el último acento de una palabra? Dos personas de menos
de 30 años como éramos Violeta y yo viendo el lugar dijimos ´esto hay que
cerrarlo y habría que hacer otra cosa´. Es un edificio que tiene 40 metros por
20, en una esquina de la ciudad, que va hacer un edificio público abierto 10
horas por día y es la decisión de dos personas que no estaban capacitadas para
decidir. Probablemente, el Estado sea así, gente que no está capacitada, eso es
un bemol interesante para charlar. También tiene mucho de contingencia, de
artesanía, de malentendido, de leer mal, y las mejores cosas salen de haber
leído mal».
La actividad se realizó con la colaboración de la Universidad Nacional del Sur
y contó con la presencia de gestores culturales de diversas instituciones
públicas locales y regionales.

Historia de un museo

«El Museo Parlamentario está en Buenos Aires en el anexo del Senado de la
Nación, o sea que no está en el edificio conocido del Congreso, el de la cúpula
sino que está enfrente, en un edificio que se llama Alfredo Palacios, que era
la Caja Nacional de Ahorro y Seguro, un lugar, una especie de banco del Estado
donde se ahorraba, había seguros de vida. Era un edificio público que el Senado
en los años ’90 adquirió, como el Senado creció y pasó de tener 42 o 43
representantes a tener 72, no había lugar para los senadores y sus 20 asesores,
entonces tuvieron que comprar un edificio. Ahí se inauguró en el año 2000 un
Museo del Senado, Legislador Domingo Faustino Sarmiento, así se llama. Era un
museo histórico del Senado, los pocos objetos auráticos que había instalados
ahí, y los que no eran auráticos, eran reproducciones, escenografías. Esto lo
había hecho la gestión de Mario Losada», aportó Laxagueborde.
«Cuando asume la segunda presidencia Cristina (Fernández de Kirchner) y
Amado Boudou fue vicepresidente, entramos a trabajar varios compañeros, la
Dirección de Cultura tenía bajo su ejido también el Museo Parlamentario y ahí
empieza el problema. Yo tenía nula experiencia en el poder estatal, había
trabajado 8 años en el Poder Judicial pero de ´chepibe´sin ninguna diagramación
o planificación. Vimos que era una vergüenza como estaba, no por la actitud,
sino porque no había ningún pensamiento estético político sobre ese espacio.
Tomamos la decisión, creo que errónea, de cerrar, porque suponíamos en nuestra
ingenuidad estatal que dentro de 6 meses lo íbamos a poder abrir. Pasaron 3
años».
Según Laxagueborde, «armar» un Museo depende de la idea que se tenga
de Estado. «Ahí hay un gran problema: el Estado visto como un gran
contenedor y también como desidia. Una desidia que no tiene culpables, la culpa
la tiene la historia de la burocracia o la historia de la paranoia o la
historia de la desconfianza, la burocracia es un problema de
desconfianza». En cuanto a las idas y vueltas que sobrellevaron, agregó
que «se nos cayeron varias licitaciones, nos venció la burocracia y
estamos, de hecho, en proceso de montado, se abre en muy pocos días, lo cual es
la primera reflexión que hago sobre algo que todavía no abrió. Esperemos que
abra porque sino esta charla va ingresar en un género raro», se rió.

Para recorrer y preguntarse

«Íbamos a contar de dónde viene una ley y cómo transforma la sociedad, la
ley como medium, como excusa, como bisagra para pensar la Historia Argentina.
La ley como esa cosa estructural de la sociedad, condicionante y habilitadora.
Como las leyes muchas veces se les ocurre a los administradores del Estado y
como, muchas veces, se les ocurre a la sociedad civil, son demandas que no
tienen nada que ver con el Estado, como una les hace muy bien y otras, muy mal.
Entonces, elegimos 6 leyes, que son las que estructuran la muestra. Son la Ley
1420, la Ley Saénz Peña, la Ley de Convenios Colectivos de Trabajo de Perón,
que es del ´51, la Ley de Divorcio del ´86, ´87, la Ley de Privatización de YPF
y la Ley de Derogación de Obediencia Debida y Punto Final, que es del 2003. Ahí
tenemos 120 años de Historia Argentina atravesadas por 6 leyes, cada ley
expresa un eje: trabajo, educación, energía, derechos humanos, derechos
civiles, derechos electorales. El esquema nos quedó cómodo, la excusa no es el
Senado sino poder hablar de ese tema, de la historia del trabajo, la historia
de la educación. A su vez, tratamos de contar qué punto de la Historia
Argentina se relaciona con ese eje, pero no de cualquier manera, sino a través
de instituciones y pueblo, entre procesos de conflicto o armonía y gobierno,
entonces está muy presente la Ley de Matrimonio Igualitario, que es una ley muy
interesante en términos de conflicto o diálogo social. Está la historia de la
Carpa Blanca, está la historia de los jubilados, está la historia de las AFJP,
está el voto a los 16 y la Ley de los Centros de Estudiantes, está YPF y la
estatización». El lema fue la historia social de las leyes, «que las
leyes son un producto histórico social de un tiempo determinado pero que a la
vez cargan mochilas del pasado, cargan la mitología nacional».
Hablar de ley, de Congreso y de instituciones públicas es hablar de Estado.
«El Estado Argentino es el mismo, vamos a poner algo consensual, desde
1880. Ese Estado se sigue llamando Argentino, sin embargo, cambió mucho la vida
de los argentinos. Uno podría pensar que tiene culpas, premios, hizo cosas
buenas y cosas malas. Sí. Pero a la vez, eso está encarnado en personas, en
ideas sobre el Estado, ideas sobre la criminalidad, ideas sobre la represión,
ideas sobre la libertad, con lo cual empieza a singularizar. Esta tensión entre
la continuidad y la variabilidad del Estado, el Estado pidiendo perdón a sí
mismo, algo de la frase de (Néstor) Kirchner. ¿El Estado se puede pedir perdón
a sí mismo? Es un problemón. Dentro de esas paradojas, tratamos de pensar el
Museo. ¿Porque es un nuevo Estado?¿Puede ser nuevo el Estado? No, no es posible
que sea nuevo. Es el mismo de siempre. Las instituciones son grandes
mitologías, que hacen que la gente en vez de matarse, traten de no matarse.
Como la gente tiene miedo crea algo que se llama el Estado, que es un invento,
como cualquier otro es arbitrario, se cae».
El Museo no pretende responder qué es un Estado o para qué sirve el Estado.
«En todo caso lo que hicimos es un diagnóstico que el Estado es una gran
tensión en lo que fue y lo que es, y tiene el mismo peso específico». La
vocación estuvo puesta en «tratar que el Congreso se defina a sí mismo
como una especie de una institución bisagra y medium entre lo que la sociedad
protesta, desea y las limitaciones del derecho. Y eso es medio triste. Qué es
una ley. Es lo que se puede. Es lo que puede la sociedad argentina».
Laxagueborde arriesga que «las instituciones del Estado, creo, que lo que
tienen que hacer es ponerse en riesgo. Cualquier politica pública debería poner
en riesgo la propia legitimidad de la institución, que sería el Estado tratando
de demostrar que es arbitrario, como cualquier cosa y que el producto, es una
imposición. Toda la vida es una imposición. ¿Qué pasa si el Estado trata de
demostrar eso?¿Qué susurrro social puede generar?».

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2015-06-02 00:00:00
Etiquetas: Sociedad.
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