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Origen y necesidad de su tratamiento
Categoría: Ecología

Los líquidos cloacales son los líquidos residuales, tanto domiciliarios como comerciales y hospitalarios, que se descargan a las cloacas. Estas son cañerías subterráneas que tienen la pendiente adecuada para que, por gravedad, estos líquidos circulen hacia tuberías de diámetro creciente, que los conducen hacia su descarga final o a las plantas de depuración, cuando estas existen.
Esta depuración es de suma importancia para reducir lo más posible su carga de contaminantes biológicos y químicos, evitando su llegada a las napas, arroyos, lagos o lagunas, el mar, etc.
Conviene que el agua de lluvia (o la nieve fundida en climas fríos) no se derive a las cloacas, porque -superando su capacidad- lleva a su desborde en el interior de las viviendas o en las calles. Además, cuando existen plantas depuradoras, interfieren en su funcionamiento al recibir -durante lluvias intensas- un afluente con composición y caudal muy diferentes al habitual. Es común la conexión clandestina de agua de lluvia a las cloacas, lo que provoca su colapso y -a veces- su rotura. Asimismo, los sedimentos arrastrados por el agua de lluvia contribuyen al taponamiento de las cloacas.
Por otro lado, los efluentes de industrias, sean estas pequeñas o grandes, deben depurarse en cada establecimiento antes de su descarga a cloacas.

El total de líquidos cloacales generados por una población varía mucho, pues depende de numerosas variables: ingreso medio, disponibilidad de agua corriente, hábitos de uso (higiene personal y domiciliaria, riego de jardines y plazas, lavado de calles, instituciones existentes, servicios disponibles, cobro del consumo por medición o por canon fijo, estado de las instalaciones de distribución de agua y de recolección de las aguas residuales y pluviales, etc.).
Una estimación aproximada (suponiendo que no hay conexión de pluviales a cloacas) suele obtenerse a partir del consumo diario de agua potable -que no debiera superar los 200 litros/persona- multiplicado por el total de la población, y considerando que sólo un 70% llega a los conductos cloacales. En el caso de Bahía Blanca, el número final sería de de 45.000 m3/día, muy inferior al real estimado, que probablemente supere los 100.000 m3/día.

¿Líquidos peligrosos?
Son varios los factores que le dan a los líquidos cloacales su bien conocida peligrosidad. En primer lugar debe tenerse en cuenta que, disuelta o en suspensión, contienen materia orgánica que han incorporado por diversas vías: excrementos humanos y animales (urea, amonio, fibras, proteínas, hidratos de carbono, fosfatos, etc.), restos de alimentos, plantas y hojas muertas, recortes de pasto, etc. Esa materia orgánica es descompuesta por los microorganismos aeróbicos -aquellos que requieren oxígeno para vivir- existentes en el agua.
Esta descomposición reduce la cantidad de oxígeno disuelto en el agua, afectando otras formas de vida acuática que también precisan de ese oxígeno para sobrevivir y desarrollarse. Existe un ensayo de laboratorio que determina la cantidad de materia orgánica en agua, llamado DBO (Demanda Biológica de Oxígeno): cuanto mayor es esa demanda, mayor es la cantidad de materia orgánica del agua que se analiza. El ensayo de DBO se hace siempre a 20º C, para evitar sus cambios con la temperatura. En efecto, la solubilidad del oxígeno en agua disminuye al crecer la temperatura y esta, a su vez, aumenta la velocidad de la fotosíntesis de algas y plantas acuáticas. La DBO también crece con el contenido de fósforo y nitrógeno, pues estos son nutrientes para plantas y algas acuáticas, que crecen -y mueren- tanto más rápido cuanto más abundan el nitrógeno y el fósforo, incrementando la materia orgánica del agua.
 El riesgo de los líquidos cloacales se acentúa por su contenido de organismos patógenos, sustancias químicas riesgosas y, en muchos casos, metales pesados.

Entre los patógenos se hallan las bacterias, los virus y los parásitos.
Las bacterias son organismos microscópicos responsables de enfermedades tales como fiebre tifoidea, disentería bacilar, gastroenteritis y cólera. Sus síntomas son parecidos aunque varían en intensidad, ya que infectan el estómago y los intestinos, produciendo dolor de cabeza, diarrea (a veces con sangre), calambres abdominales, fiebre, náusea y vómitos.
Según la bacteria involucrada, los síntomas pueden comenzar en horas o después de varios días de la ingestión. A veces, los síntomas no se evidencian o son muy débiles. Sin embargo, las personas que sufren de frecuentes diarreas o vómitos deben recibir atención médica inmediata. En ciertos casos se da una deshidratación tan severa que puede ser mortal, incluso en el término de un día. Particularmente temible es el cólera, por su rápida expansión en aglomeraciones de población cuando éstas carecen de cloacas o agua potable.
– Los virus son organismos parásitos submicroscópicos -es decir, que se pueden ver sólo con microscopio electrónico y no con microscopio común- que no se multiplican fuera del organismo que los hospeda. Los líquidos cloacales son hostiles para los virus, pero pueden sobrevivir en el agua común y producir enfermedades, entre las que se hallan la hepatitis A, la poliomielitis y varias gastroenteritis virales.
– En tanto, los parásitos, sean protozoos (organismos unicelulares con flagelos o cilios) o helmintos (gusanos), se alojan en los intestinos y luego son diseminados con las heces fecales. Los protozoos pueden encapsularse con una cubierta protectora (quiste) y mantenerse inactivos en ambientes hostiles, resistiendo a algunos desinfectantes. Los síntomas incluyen dolor abdominal, pérdida de peso, anemia, fatiga, diarrea con sangre, etc.
Muchas enfermedades hídricas y alimenticias se desarrollan por la diversidad de vías de contagio con patógenos de los líquidos cloacales sin tratar. En algunos casos por contacto directo, y es el caso de personas que trabajan en tierras fertilizadas con estos líquidos, de chicos que juegan en un terreno al que llegan estos líquidos por falla de un tratamiento séptico, por bañarse o nadar en aguas contaminadas, por rotura o taponamiento de conductos cloacales con inundación de calles, etc. En otros casos, los portadores (moscas, cucarachas, piojos, ratas y mosquitos) con sus patas, pelos, etc., transportan microorganismos hasta los alimentos humanos.

Las sustancias químicas de riesgo contenidas en los líquidos cloacales son muy diversas: detergentes, solventes, compuestos nitrogenados y fosforados, agroquímicos y pesticidas, fármacos, hidrocarburos, etc. Sea por desconocimiento o irresponsabilidad, a las cloacas suelen descargarse residuos industriales de alto riesgo. Se han dado casos de explosiones en tuberías y bocas de ventilación por residuos de solventes inflamables arrojados a las cloacas; y también muertes por ácido cianhídrico, gas que escapó por registros cloacales y pluviales hacia viviendas. Este gas fue generado por la descarga -separada pero simultánea- de solución de cianuros (de una planta de tratamiento de metales) y ácidos (de una empresa fraccionadora de sustancias químicas).
 
Los metales pesados que se encuentran con más frecuencia son mercurio, arsénico, cadmio, cromo hexavalente y plomo.

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2006-05-13 00:00:00
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