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La enfermedad del siglo XXI
Categoría: Salud

Un mundo de peligros, interpretaciones personales, estímulos amenazantes, inestabilidad de varios tipos, daños corporales y hasta posibles soluciones. Todos conceptos que se encierran en ese conocido dilema del estrés.

El estrés es una respuesta natural del ser humano, que también tienen los animales, y aunque suene contradictorio, esa respuesta es algo saludable. Consiste en la reactivación del sistema nervioso y una liberación de adrenalina ante situaciones de peligro a las que se ve expuesta la persona y que son justamente los disparadores de la respuesta de estrés. Una situación estresante puede ser muy diferente de una persona respecto de otra, o sea la interpretación no es la misma, al contrario de lo que ocurre con la respuesta, la cual es común a todos.
El problema es que en el caso de los humanos la respuesta no es adecuada porque los estresores no son generalmente factores externos como puede serlo para un animal -el ataque de otro o un factor climático- que lo lleve a adoptar determinada actitud. Para las personas hablamos del estrés psicosocial, la epidemia del siglo XXI, que se traduce en la situación de amenaza en la que se vive cotidianamente.

Amenaza interna
“Simbólicamente podríamos decir que somos como monos que vivimos rodeados de tigres, pero esos tigres no son visibles, la mayoría son internos, son interpretaciones que hacemos de que los hechos son peligrosos”, ejemplifica la doctora en Psicología Florencia Olivieri (Mat. Prov. 0317 – Mat. Nac. 24.258).
Una amenaza puede ser la posibilidad de perder un trabajo, una pareja, la inflación, la desocupación, la agresión en la vía pública, entre otras: “Los factores que también pueden ser motivos de estrés son la interpretación que uno hace de sí mismo; cuando una persona se considera poco apta para desenvolverse socialmente, intelectualmente o afectivamente lo vive como una amenaza interna. Esto es también un disparador de la respuesta de estrés, o sea que uno es el peligro, uno es el peligro para alcanzar el objetivo”.
Es ahí cuando el estrés también se asocia a la personalidad ya que hay personalidades más propensas a estresarse, y en éstas son comunes la baja autoestima, la interpretación de que el mundo es peligroso, que algo va a pasar, etc. Son los denominados ansiosos crónicos que viven en actitud de alerta.

Necesidad de confiar
Al principio decíamos que el estrés es una respuesta saludable, y es así ya que sin ella, sin ese exceso de adrenalina, podríamos caer en alguna situación de daño. En ese sentido el estrés nos protege: “Siempre que hablamos de estrés hablamos de una respuesta que es para sobrevivir, es una respuesta de adaptación a un peligro, para recuperar el equilibrio o la tranquilidad, pero la tranquilidad en el humano cada vez se hace más difícil porque los factores que van en aumento son justamente la inestabilidad social, la inestabilidad económica, afectiva”.
Desde que los vínculos se rompen con mayor facilidad, dice Olivieri, hay cada vez mayores porcentajes de rupturas matrimoniales, divorcios, conflictos laborales y escolares que se traducen en una crisis de valores y autoridad que producen una sensación de amenaza, “porque lo que aumenta es la hostilidad en los vínculos y este es el factor que más estresa. Porque necesitamos de una confianza básica en los vínculos porque somos seres sociales. Lo que más estabilidad nos da es saber que el otro me acepta, que el otro es no es dañino, que es benigno y esto es lo que día a día se va poniendo en tela de juicio: ha aumentado el egoísmo, la corrupción, la falta de palabra…”.

El estrés y el cuerpo
Repasemos. Por un lado, tenemos un mundo donde existen ciertos peligros e inestabilidades, pero por otro las interpretaciones que las personas hacemos de eso; y también, en muchos casos, un concepto de nosotros mismos muy deficiente acerca de cómo protegerse de ese mundo que parecería se va tornando más hostil. Ahí entra en juego la personalidad y la situación de cada persona para poder enfrentarse a ese escenario; y cuando la manera de enfrentarse no es buena, cuando se cree que el mundo puede con nosotros, pueden llegar los problemas: “Son esas personas que pueden llegar a enfermarse de tal modo que pueden experimentar ataques de pánico, no pueden salir de la casa, no pueden salir solos… Problemas para dormir, para concentrarse en el estudio o trabajo, depresión, trastornos tal vez más asociados a la alimentación, alcoholismo, adicciones. De alguna forma buscan compensar esa frustración y esa amenaza que viven permanentemente, buscan anestesiarla -en el caso de las adicciones- con alguna sustancia química”.
Asimismo, existe una segunda etapa del estrés que puede traer consecuencias físicas porque cuando esa respuesta automática de la que hablábamos permanece durante mucho tiempo de manera activa, esa permanente generación de adrenalina comienza a desorganizar el organismo y se producen agotamientos corporales, disfunciones musculares, cardíacas, problemas digestivos, “porque cuando se está en estado de alerta se detiene el sistema digestivo, como que se detiene el tiempo y todas las funciones vitales pero cuando eso se para por mucho tiempo empieza provocar daños, es donde aparecen las úlceras y otros problemas digestivos. Esto, a su vez, trae otras consecuencias, todo un círculo vicioso que parte de un factor que es el estímulo amenazante”.

El dato más curioso
Retengamos la idea de “estimulo amenazante”. Esa definición nos dice muchas cosas ya que lo que activa al organismo parte de una interpretación propia. El tema es que a veces se interpreta un peligro donde realmente no lo hay. Al respecto y brindando un dato más que interesante comprobado científicamente, Olivieri explica: “Yo interpreto que hay peligro. En algunos casos el peligro es real pero la gran mayoría de los trastornos de estrés y ansiedad son porque la persona interpreta peligro donde no lo hay. La amenaza de ser abandonado, perder un trabajo, no llegar a fin de mes, que me sancionen o me bajen el sueldo. En el 90% de los casos quedan en la mente, no se concretan, pero el organismo actúa como si eso estuviera ocurriendo. Por eso el estrés es psicosocial: es entre factores psicológicos e interpersonales, sociales”.
En la Guerra de Malvinas los que más desarrollaron enfermedades de estrés fueron aquellos que estuvieron en situación pasiva. El peligro estaba, la amenaza estaba afuera, pero ellos estaban en un lugar donde no podían moverse, ni atacar ni defenderse
Son amenazas que no se concretan, decía Olivieri, las mantenemos en la mente, es allí donde comienza la respuesta del estés y la tarea del profesional es que la persona comprenda cómo funciona la mente, dónde está siendo disfuncional, para “corregir esa distorsión de la realidad y de esa manera el estrés va a estar más adecuado a la realidad, y por ende más saludable porque va a responder cuando haya que responder”.

Qué hacer frente al estrés
Además de una ayuda psicológica para comenzar a implementar técnicas de manejo del estrés hay cuestiones importantes que se pueden aplicar en el día a día aunque suenen imposible. El tema es probar: “Es muy importante el descanso que es lo que cada vez más se va perdiendo. Hay que tener tiempos para trabajar y que en el trabajo haya estímulos de crecimiento, tiempo para hobbies, actividades extralaborales, salidas, esparcimiento, una lectura, tiempo para los vínculos más importantes que sostienen a cada ser humano: la familia, pareja, amigos, algún otro vínculo de protección, contención o crecimiento, la alimentación, la actividad física, el reposo, el trabajo, el grupo de apoyo, tener un tiempo para reflexionar ya que vivimos en automático… Es tan sencillo y tan difícil de aplicar pero son hábitos que uno tiene que ejercitar: uno se lo tiene que proponer porque el resultado es muy comprobable”.

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2008-10-19 23:00:00
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