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La democracia de los neoconservadores
Categoría: Opinión

Los neoliberales son tan simples, tan lineales y superficiales que no vale la pena detenerse en ellos. Los neoconservadores ofrecen un razonamiento más seductor. Nos hablan de la pérdida de los valores fundamentales de nuestra tradición occidental como la causa de tanto materialismo, y esto nos suena más cercano a nosotros, los que provenimos del cristianismo. Por ello podemos encontrar gente comprometida con la Iglesia católica que defiende esas posiciones. Se puede leer a Michael Novack o a Samuel Huntington y sentirse identificados. Por tal razón voy a mostrar cómo piensa uno de ellos.
El caso más curioso es Daniel Bell, profesor de Harvard, que formula un planteo inteligente y serio sobre el funcionamiento del sistema capitalista. Descubre en él tres esferas que tienen una relativa autonomía. Estas son: la esfera de lo tecnoeconómico, en la que se organiza la producción y distribución de bienes y que representa el mayor logro del sistema capitalista: no hay allí nada que modificar. La esfera del sistema político, el ámbito de la justicia y del poder social de la que poco hay para modificar. Y, por último, la esfera de la cultura: allí están sus fallas y carencias. Es donde aparece la descomposición del sistema de valores que hoy se está padeciendo. El título de uno de sus libros señala con claridad dónde están centradas sus preocupaciones: Las contradicciones culturales del capitalismo, Alianza, 1976. Con estas palabras sintetiza Bell el problema:
“La ética protestante fue socavada por el propio capitalismo. El más poderoso mecanismo que destruyó la ética protestante fue el pago en cuotas, o crédito inmediato. Antes, era menester ahorrar para poder comprar. Pero con las tarjetas de crédito se hizo posible lograr gratificaciones inmediatas. El sistema se transformó por la producción y el consumo masivos, por la creación de nuevas necesidades y nuevos medios de satisfacerlos”. Obsérvese lo seductor de su planteo, cuando aparece una crítica al consumismo digna de ser compartida. Sus referencias a las facilidades que otorga el crédito como fuente de corrupción de los valores también merecería nuestra aprobación. Es llamativo que no logre relacionar la intromisión desmesurada del mundo financiero dentro del mundo de la producción, la esfera tecnoeconómica. No percibe que el desarrollo de las finanzas es la consecuencia necesaria de la expansión capitalista.
Tampoco menciona la concentración económica que se ha producido en esta etapa. Por otra parte, en la esfera de lo político él no ve ningún problema en un mundo en que los derechos de las minorías son avasallados y se van perdiendo paulatinamente. Además, está muy seriamente cuestionada la representatividad de los dirigentes políticos, lo que se expresa en la apatía electoral. Este acento puesto en la esfera de la cultura demuestra que su pensamiento es un fiel exponente de las clases altas. Le duele esa pérdida de valores porque afecta el tipo de vida tradicional que defiende.
Nos dice José María Mardones, profesor titular de la Universidad del País Vasco, comentando las tesis de Bell en Capitalismo y religión, Sal Terrae, 1991: “Al final nos encontramos con este hecho: la ética puritana que había servido para limitar la acumulación suntuaria, pero no la del capital, quedó marginada de la sociedad burguesa capitalista. Quedó el afán de consumo y la tendencia al hedonismo. Se fue instaurando así una idea del placer como modo de vida. Es decir, el hedonismo pasó a ser la justificación cultural, sino moral, del capitalismo”.

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2007-03-10 00:00:00
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