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La cultura del capitalismo
Categoría: Opinión

Sin los límites que el puritanismo le colocó al capitalismo naciente, que lo llevó a exhibir una ascética empresarial, hoy se precipita por la ladera del consumo, incentivado además por el farandulismo de estas últimas décadas. Esta es la tesis de Daniel Bell, que hemos visto. Esto ha sucedido en todo el mundo global. Por otra parte, el camino de la profundización de las conductas individualistas, que la Modernidad había puesto en marcha, se vio potenciado por el consumismo y dio lugar a la subversión de los valores del sistema cultural. Relajado el sistema cultural y detentando una acumulación de capital, hasta entonces desconocida, el hedonismo se desató y colocó la búsqueda del placer en el centro de la vida social. No hay dudas de que “la falta de un arraigado sistema moral de creencias constituye la más profunda contradicción cultural de la sociedad y el más serio desafío a su supervivencia”. Pero, cabría preguntarse si esa pérdida de valores, esa exacerbación del consumo, sustentado en el crédito financiero, ¿no son consecuencias del mismo sistema tecnoproductivo que publicita esa incentivación del consumo? ¿Es sustentable una producción masiva de bienes, unos necesarios y otros superfluos, pero que deben ser vendidos todos en el mercado, sin esa excitación a la compra?
Pero, entonces, las contradicciones no son sólo culturales, son contradicciones de los valores en los que se apoya el mismo sistema tecnoproductivo, es decir la sociedad capitalista. La pérdida del ascetismo puritano es, para los neoconservadores, la causa principal de los conflictos del sistema que nos rige. De allí que el camino que vislumbran es la vuelta a una religiosidad inculcada desde la escuela, y algunos de ellos, como Michael Novak, ven el fracaso del protestantismo en el cumplimiento de ese cometido. Por ello postula un catolicismo defensor del sistema capitalista (¿no confirmaría esta posición la tesis del “opio del pueblo” de Marx?). Esta religiosidad le aportaría los valores faltantes sin poner en tela de juicio las injusticias que el sistema produce. Hay aquí un serio riesgo de que algunos sectores de la Iglesia Católica, seducidos por esta vuelta a la religiosidad en un mundo tan secularizado, apoyen este parche cultural sin criticar debidamente las profundas causas que dan origen a estos conflictos.
Lo que descubre Bell ya lo había advertido Pío XI, y que son los posibles desbordes del capitalismo que afectaban la integridad del hombre, en la Quadragesimo Anno (1931): “La economía no es viciosa por naturaleza, sino que viola el recto orden sólo cuando el capital abusa de los obreros y de la clase proletaria con la finalidad y de tal forma que los negocios e incluso toda la economía se plieguen a su exclusiva voluntad y provecho, sin tener en cuenta para nada ni la dignidad humana de los trabajadores, ni el carácter social de la economía, ni aun siquiera la misma justicia social y el bien común”.
Era necesario advertir y denunciar los oscuros manejos de un mercado dispuesto a vender todo lo que pudiera producir algún beneficio. Es decir, que el capitalismo no es sólo un «modo técnico de organizar la economía desde el mercado» es también, y aquí aparece una faceta mucho más peligrosa, un sistema que educa, adoctrina, impone modelos culturales. Todo ello con el objetivo de aumentar el consumo mediante la creación de necesidades. Como venimos viendo. Se difunden valores mediante un descomunal aparato publicitario que no encuentra límites a sus modos de imponer sus ofertas-basura. Dentro de este sistema de difusión los medios masivos de comunicación cumplen un papel muy eficaz.

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2007-03-19 00:00:00
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